"Al fin y al cabo sólo somos lo que
hacemos para cambiar lo que somos."
Eduardo Galeano
Dicen los analistas y los grandes popes de la comunicación y
la politología que estamos en un momento crucial. Los hay que dicen que se
están llevando a cabo “experimentos” políticos. Los hay que dicen que hay que
acabar con no sé qué régimen. Incluso, “haberlos haylos”, que su única
aspiración es continuar con la aparatosidad incrédula del que brama en su
sillón. A una tía mía, la llegada de la presidenta o de algún candidato que no
conoce, le supone correr el riesgo de que no haya personal a la hora de
costumbre para jugar la partida.
La realidad del camino diario es más sencilla, y a la vez más complicada que todo eso. El vecino que va
a comprar el pan y que cuenta las monedas con prisa. La niña que corretea en la
plaza. El paisano que entra a tomarse un carajillo y ojea (de bislai) las
noticias con la que la prensa nos alimenta.
Las épocas de cambio nos enfocan hacia metas que todavía no
conocemos. Por eso nos crean cierta inquietud en el alma. Los hay que,
acostumbrados al miedo, se refugian en su caparazón. Los hay que caminan
haciendo del día a día su meta para llegar al cambio.
Recuerdo lo que me dijo, hace ya un par de décadas, el que
entonces era mi jefe en un local de nuestra tierra. Yo trabajaba de camarero
con un amigo. Nunca he sido ni el mejor ni el peor trabajador, pero algo
“zarpas” si que he sido. Mi amigo y compañero se reía de vez en cuando de que
rompiese algún vaso. Una noche mi jefe le contestó como quien no quiere la
cosa: “La verdad es que sólo rompen los vasos los que los llevan y manejan”. Mi
amigo no entendió el comentario y siguió a lo suyo, que no era mucho.
Que la realidad actual es complicada todos lo sabemos.
También es cierto que, si no cometemos errores y rompemos algún vaso,
difícilmente llegaremos a ningún sitio. Caminar es ganar. Y sólo el que camina
es imprescindible. Lo imprescindible siempre se refiere al grupo, al equipo. En
solitario no somos nadie; no somos nada. Pero en equipo todo el engranaje es
imprescindible. Y un solo engranaje que se quede viendo la tele o discutiendo
en el bar impide que el reloj se ponga en marcha.
Lo que llaman nueva forma de hacer política es en realidad
más viejo que el hombre. Y es que ven más dos ojos que uno. Más dos cuatro. Y
así sucesivamente.
El interés general es una panacea donde todo el mundo se
refugia.
Y aún así el camino se tropieza con los tópicos, utilizados
a su vez como arma maestra del despropósito. El mismo argumento nos sirve a
unos u otros para posicionarnos en las antípodas de la inteligencia.
Cuentan del viejo Rabino que en un caso salomónico entre una
pareja les dijo que ambos tenían razón. .. pero que ninguno tenía la verdad.
En el viejo pueblo donde jugamos y crecimos las cosas
transcurren despacio. Los cambios vienen en los momentos más inesperados. Pero
el camino para ganarlo lo construyen los que dan el paso decisivo.
En el viejo pueblo donde queremos vivir y morir para dejar
un rastro de nuestra existencia los minutos se nos crecen y las horas son
eternas. Seguirá saliendo el sol. Alumbrará los pequeños saltos de nuestros
hijos. En la mano de todos está vestir de esperanza los claros de las victorias
y los vasos rotos de nuestras derrotas.
Victor Guiu
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