Tras el anuncio del cierre de la central térmica de Andorra se han disparado todas las alarmas en la localidad, en la comarca y en todo el Bajo Aragón. Miles de personas dependen directa o indirectamente de la central, y aunque los trabajadores de Endesa puedan tener su futuro asegurado con indemnizaciones y prejubilaciones, los trabajadores de empresas subcontratadas van a perder su medio de vida lo que puede dar lugar a un aumento de la despoblación.
Aunque se llevan muchos años trabajando desde ayuntamientos como el de Andorra en buscar alternativas al monocultivo de la energía, no se ha logrado atraer un número importante de empresas que lo sustituyan.
Desde Endesa se está planteando la posibilidad de instalar parques eólicos y fotovoltaicos en toda la comarca minera que puedan paliar, con la creación de unos pocos puestos de trabajo, el cierre de la central.
En localidades como Chiprana, Escatrón, Samper de Calanda, etc. ya están empezando a instalarse parques fotovoltaicos que generan bastantes puestos de trabajo en su instalación y unos pocos en su proceso productivo.
Dichos parques suponen ingresos importantes para los ayuntamientos y para los particulares que arriendan sus tierras, a cambio de importantes deducciones de impuestos para las empresas concesionarias.
Sin embargo, no podemos jugarnos el futuro de nuestros pueblos a una sola carta, la de las empresas generadoras de electricidad, porque son muy pocos los puestos de trabajo que se crean. Los ayuntamientos de los municipios en los que se instalen estas empresas deben dedicar esos ingresos a trabajar en atraer otro tipo de empresas que diversifiquen el tejido productivo, que permitan tener alternativas reales de empleo para el momento que acabe su periodo de producción.
El futuro de nuestros pueblos no puede depender sólo de la instalación de empresas de energías renovables, no puede depender sólo del monocultivo de la energía.
Manuel Gómez
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