A finales de la legislatura pasada se aprobó por la anterior
Corporación el arreglo de la Cuesta de la Iglesia de Híjar, que había sufrido
destrozos considerables por la rehabilitación de la Parroquia. La obra venía
financiada por el FEADER y, como bien sabía el alcalde, debía pasar el trámite
de la Comisión Provincial de Urbanismo. Tras las elecciones municipales y su nueva
mayoría absoluta se retomó la obra por el nuevo Ayuntamiento. Dada la situación
secundaria de nuestro alcalde en su partido a nivel provincial, una vez
descabalgado de las listas a Cortes de Aragón (como le volvería a suceder en
Noviembre con las nacionales), el alcalde sintió que su sillón provincial
peligraba y se dedicó a lo suyo. El resultado, con presidente chistoso de por
medio, todos lo conocen.
Mientras tanto las semanas y los meses pasaban y,
acostumbrado a tirar balones fuera, pronto le colgó el “San Benito” a la
Comisión de Patrimonio. Dos modificaciones del proyecto hubo que hacer cuando
con una llamada y una simple gestión se hubiese arreglado a la primera.
Ocupado en sus quehaceres capitalinos la vida gris de su
Ayuntamiento continuaba y pasaban los días con la gran sonrisa de la victoria
en la boca de sus compañeros.
Visto que los meses pasaban la oposición instó al grupo de
gobierno que la obra debía de hacerse sin perder una sustanciosa subvención
concedida meses atrás. La excusa de Patrimonio no colaba y el alcalde pidió
poderes para poder tramitar la contratación en menos
tiempo. Así se le fue concedido en pleno, avisando la oposición que
quería estar al tanto de todas las gestiones y de la revisión de la obra, cosa
que tal y como preveíamos no pasó.
La oposición insistió en la urgencia, pero no fue hasta
Agosto cuando se movió lo suficiente para ver luz al final del túnel.
Con la obra en marcha pronto los vecinos vieron los posibles
perjuicios que ésta les podía ocasionar, al subir la cota de la calle (cosa
inédita en una obra) y eliminar las aceras. La costumbre de la palabra dada,
tan vacía, hizo que varios vecinos, tras las quejas, llegaran a escribir un más
que correcto escrito que posibilitara que las entradas a sus inmuebles se arreglasen
de una manera definitiva. El grupo de gobierno municipal siguió con el
proyecto, llegando a mostrarse de manera prepotente con un “no hagáis demasiado
caso a lo que os diga la gente”.
Siguieron algunas guindas al pastel de la cuesta, como la del
reportaje que el periódico La Comarca le hacía al alcalde a mediados de
Octubre. Un reportaje, insisto, pues no se consideró que tanto oposición como
vecinos algo tendríanos que decir al respecto, además de correr un riesgo
razonable en cuanto a los plazos marcados.
Lo que sigue lo pueden ustedes saber a través de varios
escritos y declaraciones en los medios. En el último pleno la oposición
fundamentó la no intervención de la brigada municipal en los arreglos,
entendiendo que debía ser la empresa adjudicataria la que debía rematar
aquellas imperfecciones que tanto molestaban a los vecinos. Nuevamente, palabra
de alcalde de Híjar, que asintió a la propuesta pero que mandó a la brigada en
varias ocasiones por allí.
Y aquí estamos hoy, cuesta
arriba y con vecinos que ven cómo algo que se hubiese solucionado escuchando y
gestionando el bien común, deben recurrir a escritos y más escritos.
Porque cuando un pueblo está por detrás del sillón siempre
pasarán estas cosas. Y aunque casi 500 votos supuestamente refrenden de una u
otra manera estas formas de actuar (la lectura de algún punto del informe
municipal es para echarse a llorar), esto no quiere decir, ni mucho menos, que
las cosas estén bien hechas.
Víctor Guiu
GANAR HÍJAR
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